En Tuxtla Gutiérrez, el Reglamento de Tránsito y Vialidad Municipal apenas dedica una mención a los patines y scooters. Se trata del artículo 36, fracción III, que establece de manera muy general disposiciones mínimas para quienes hacen uso de estos medios alternativos de transporte.
El vacío normativo es evidente. Mientras las ciudades del mundo avanzan en integrar bicicletas, monopatines eléctricos y scooters a sus planes de movilidad urbana, la capital chiapaneca todavía mantiene una regulación fragmentada, que limita el reconocimiento de estas formas de transporte que hoy se encuentran en plena expansión.
Los patines y scooters no son simples accesorios recreativos; cada vez más personas los utilizan para traslados cortos, como alternativa económica y sustentable frente al tráfico y la contaminación. Este cambio en los hábitos de movilidad requiere que las normas se adapten para garantizar seguridad tanto a los usuarios como a peatones y automovilistas.
Aunque la norma local no obliga expresamente al uso de casco o equipo de protección, es innegable que su portación puede salvar vidas y prevenir lesiones graves. Dejar la seguridad en el terreno de la recomendación resulta insuficiente: las autoridades deben prever disposiciones claras, campañas de concientización y sanciones en caso de incumplimiento.
Desde la ciudadanía surge la propuesta: es tiempo de que Tuxtla Gutiérrez se sume a la tendencia global de reconocer y regular todas las formas de movilidad. No se trata de restringir, sino de ordenar; no de frenar la innovación, sino de encauzarla hacia un modelo más seguro, incluyente y moderno.
El artículo 36, fracción III, es un punto de partida, pero no el destino final. Una reforma al reglamento que contemple de manera integral a los patines y scooters permitiría adoptar de lleno esta forma de transporte que ya es parte de la vida cotidiana.
La movilidad es un derecho y también una responsabilidad compartida. Si en Tuxtla queremos una ciudad segura, moderna y sostenible, urge mirar más allá del automóvil y dar espacio legal a las nuevas formas de transporte. La regulación no es un obstáculo: es la clave para convivir en las calles con respeto y seguridad.
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